Me encuentro en un océano infinito en donde no tengo norte ni rumbo. No sé a dónde me llevará este camino, ya no tengo mapas, hace tiempo ya los he perdido llevados por el viento de la tormenta que azotaba mi bote, esa noche no pude más que soltarlo todo, suprimiendo a la razón dejando guiar por el instinto de mi interior.
Dicen que el amor vuelve loco a las personas, y es por eso que deje mi bote, lanzándole a su suerte y voluntad del mar. Deje mi comodidad para pasar a nadar en un mar inmenso y grande, donde uno no sabe lo que se espera y solo espera lo que uno no sabe.
Muchos me dirían loco por haberme bajado del barco y empezar a nadar en la enormidad del mar, no sé qué locura hay en ello. Soy más loco yo, que dejo mis estructuras para pasar a escuchar el susurro de mi corazón y su verdadero anhelo; o quizás ellos, que se guían por sus mentes y cuando ven que viene la tormenta hacen todo el esfuerzo para salir de ella, porque tienen miedo de enfrentarse a ellos mismos, mientras que deberían atravesarla confiando en la voz de lo alto. No sé qué es ser más loco, ¿Guiarse por la mente? O ¿Guiarse por el corazón?
Es mi corazón el que me impulso a emprender este viaje en búsqueda de mi hombría, el que me llevó a dejarlo todo en busca de ese amor que me enloqueció y que deseo encontrar de donde es. Simplemente siento un afecto tan grande que ni sé el porqué de mis acciones; por amor es la respuesta, así de sencillo es.
Entonces, abriendo de nuevo mi interior, saco el corazón como brújula, y por algún motivo, veo que el norte apunta hacia el fondo del gigante mar. Respirando hondo me sumerjo en el mar de la gracia para descubrir que lo que andaba buscando siempre se encontraba en lo profundo de estas aguas.
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