martes

Hibridación

(Quiero aclarar que este texto que voy a publicar es de escritos anteriores, hace un periodo de dos anhos cuando pasaba una etapa bastante difícil y lo escribí como una protesta a limitaciones, no se tomen por favor por aludidos. Es bastante brutal y conciso, pero no va dirigido a nadie de este blog. 
Por favor, veánlo como una publicación más y no como algo a ser tomado de manera personal.)


Hibridación

Hay personas, hay vidas que ni tú disciernes. Hundido en tu propia amargura no ves. Destruyes, jodes porque no te queda de otra. Las hibridaciones. Seres con capacidad sensitiva. ¿Qué sabes? Crees que estás solo. Te crees las mentiras que te hicieron tragar a la fuerza. Algo que la vida te impuso con mano de fierro. Duele. Revelación contra la sociedad corrompida por su propio pútrido  vómito y aliento. Odio, te corroe hasta las entrañas. Lastimas porque no puedes ver, tu ceguera y tu lengua se van por personas que son de valía. Armas de ellas un ejército lleno miseria. Un ejército que supera la capacidad de destrucción. Rocío del odio, del asco. Hibridaciones. Hay personas que te sienten, que saben lo que pasaste, sin que digas más. Ellas te leen. Crees que ellas no saben. La lectura será por algo. El dolor marca. Huellas apenas legibles. Seres que se alimentan del despojo de tu sudor ácido y de tu aflicción. Creando en ti, venciéndote con sus dulces susurros infectos de maldad. La sociedad, destruyendo tu fuerza. El ánimo cediendo en una derrota. Y un ser llega. Alguien que te tiende la mano. Tú como ser lastimado estiras al abismo, juegas por ceguera, vas por sendas de falsa calma, sabiendo que todo esto está mal. El ser se vuelve a la obscuridad. Y juega su juego. No juegues con un ser. No juegues angelito mío. Que las llamas del desdén te quemarán en un baile de locuras eróticas a tu mente resquebrajada. Vaya, amargura. Cuán ciego eres. Desprecias, destruyes al ser. Pero al ser no puedes joder, no es cómo los demás. Es el ser nacido de tu odio, el espejo de tus anhelos obscuros. Las tinieblas con su dramatismo en teatro. Crees conocer, crees saber cuan predecible. Apenas percibes tu propio humo. Un vástago del dolor, de tu sudor y excrementos ácidos. Lágrimas de sangre son para ellos como un dulce vino tinto añejo. Tu desprecio hacia ellos los alimenta. No afecta. Tú, ser destruido, caído en nada. ¿Qué eres tú? ¿Qué sabes tú? Qué estos escritos de locura van invadiendo tu mente, jugando con tu cordura. Pregúntate por qué te destruyes. No sabrás respuesta. Repudias a personas que saben, desprecias al saber. Crees conocer. Tu carácter vacila. Dos polos diferentes. No eres fijo. Primero me regalas palabras llenas de cargosa dulzura falsa que se desvanecen con el caer de la noche, tu agresividad, ese humor vacilante es dulce como el vaivén de las olas del mar, con el olor a putrefacción bailando con mis sentidos. Las contradicciones juegan con tus labios besados por mí. El desprecio lo diriges a una persona que en un momento de vacilante y egocéntrico humor consideraste cómo algo importante. Hablas con esa persona aunque te produce un supuesto asco, para terminar en los brazos del ser. El veneno de escorpión te invade, sus redes te encandilan, te tienen. La poción corre por tus venas, tú huye. Despréciala. Sabiendo que eres como ella. No lo admites. Juega con tu mente llena de locuras. Así juega. Un laberinto de palabras nacidas y no expresadas a la vez. Palabras que se intercalan en un juego tortuoso. La muerte no es suficiente. Cuán débil eres. Te dejaste vencer. Se apodera de ti ella. Un hipérbaton de todo. Las palabras se giran. Los eufemismos son segregados en este texto como el veneno de alacrán en tu piel. Dulce venganza, dulce tu odio, tus palabras de destrucción que no tocan. La deseas pero la repudias. ¿Sabías que te contradices pequeño niño? Pequeño mentecato despierta, la realidad es otra. Crees que ella no lo sabe. Crees que ella no vivió. Crees… crees tantas cosas que se intercalan en un canto sórdido. Crees… ¿qué puedes creer? Tus mentiras bailando en tu mente, jugando al escondijo con tus neuronas enfermizas. Vaya juego de insania. Pobre tú, crees que ella no entiende, que su mente funciona de una manera hermética. Ríe en tu cara la muerte. Dulce ella. Entender es de los pocos y tú ser pequeño, con tus palabras míseras quieres destruir. Grima siente ella por ti. El deseo se desvanece en lastima. Y mientras crees que tienes más que razón despiertas con el “no” estampado en tu bello rostro masculino. Hombre el ratón eres tú, es un juego sin fin. No entiendas estás locuras. No entiendas el texto. Pero el mensaje es claro, cortante y conciso. Se remonta a nuestra pasada conversación. Tan reciente, con valla pero tan lejana. Recuerda. Los insultos son para tu ceguera. No despertarás. Nuestro Adiós nos reconcilia, tus picos son los míos. Y tú cicatería no es más que un nada, unas semillas que se las lleva el viento. No entiendas nada de esto. Pequeño, despierta. Qué la verdad es la que te llama en un grito desaforrado a tu sordera. Pequeño. No hay amor. Nunca lo abra. La deseas. Acéptalo. Acéptalo que hay más aunque lo niegues. La verdad es otra. Tu desdén te une a ella. Las repeticiones de nuestras palabras son una tela tediosa. Despierta que la noche ha llegado para ti y para mí. Subliminalidad. 

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