Hace un tiempo asistí a un programa
juvenil y comencé a hablar con uno de los jóvenes acerca de diversas cosas. Empezamos
a conocernos y teníamos realmente un buen diálogo.
En un momento dado nos encontramos hablando acerca de los turistas, que
nos visitan y recorren una gran diversidad de hermosos lugares, que nosotros a
veces ni siquiera por nombre conocemos.
Quedan tan encantados con nuestra tierra guaraní que ya sólo sueñan
con regresar algund día.En cambio nosotros al parecer no nos interesamos
por nuestro país, no vemos y ni apreciamos nuestros tan variados tesoros
nacionales, es como si nos hiciéramos los orgullosos y decimos que ya conocemos
todo de aquí, no hay más nada para ver.
Nos causó un poco de risa al ver que realmente esa era nuestra forma de
actuar y pensar. Seguimos hablando acerca de esto y llegamos a una comparación
que nos asombró y llamó realmente la atención: Conociéndonos más aprendimos que ambos nacimos en una familia cristiana, que desde
niños fuimos instruidos en la palabra de Dios y conocemos mucho acerca de
nuestra creencia, nuestra fe.Y como siempre estuvimos en la iglesia, rodeados de personas cristianas, atendiendo a la escuela
dominical, etc. Pensamos que ya sabemos todo y que mucho más no hay para
aprender en la vida cristiana. En ese momento nos sentimos identificados como
aquellos paraguayos que dicen conocer todo su país, cada rincón, pero que nunca
han viajado más de media hora lejos de Asunción.
Nos dimos cuenta una vez más de lo tercos y orgullosos que éramos en aprender nuevas y más cosas de la Biblia, pues decimos que ya conocemos todo. Dios es amor y Jesús murió por nosotros, vamos regularmente al culto, festejamos navidad y pascuas y con esto basta. Pero hay realmente tanto más por conocer de Dios que nunca podremos llegar a saber todo acerca de El.
Comparamos en nuestro diálogo
al turista con esa persona que mucho tiempo pasó lejos de Dios, sin conocer absolutamente
nada de Él, pero cuando tienen un encuentro con Él tienen una devoción y una
sed de Él muy grande, que pone al descubierto nuestra propio conformismo.
Un versículo que leyó mi amigo nos llegó directo al corazón:
"Aunque después de tanto tiempo ya deberían ser maestros, todavía es necesario que se les vuelva a enseñar lo más elemental de las palabras de Dios. Esto es tan así que lo que necesitan es leche, y no alimento sólido." (Hebreos 5:12)
"Aunque después de tanto tiempo ya deberían ser maestros, todavía es necesario que se les vuelva a enseñar lo más elemental de las palabras de Dios. Esto es tan así que lo que necesitan es leche, y no alimento sólido." (Hebreos 5:12)
Nos dio realmente vergüenza que hayamos sido expuestos tan crudamente
a nuestra realidad. Creíamos que ya comíamos asado, mientras que, había sido,
todavía seguíamos tomando leche. Fue una lección bien dura pero directa a la vez,
la que Dios nos dio en este momento, pero digno de ser compartida, para animar a otros, a
que se atrevan a madurar y a crecer espiritualmente. Y a tener esas ganas y ese
entusiasmo que un turista tiene al visitar un nuevo país, donde desea verlo
todo, probarlo todo y no perderse nada. A avivar ese fuego que experimentamos
cuando por primera vez nos encontramos con Él y mantenerlo siempre prendido.
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