martes

Vías de escape

Muchas veces he utilizado la literatura y la escritura como vía de escape a mis problemas. Plasmaba lo que se me venía a la cabeza cuando me llenaba la ira. 
Escribía como si estuviera disparándole a mi enemigo imaginario o muchas veces bastante real. 
Solía escribir porque me gustaba hacerlo, porque era la única forma en la que podía expresarme verdaderamente y donde las palabras fluían naturalmente sin la belleza artificial y glacial en la que se suelen presentar ciertos escritos. Todos mis sentimientos se iban hilando en mis escritos: rabia, odio, desdén, furia descontrolada en papel, ira destructiva, como también profunda alegría, felicidad, gozo sincero, agradecimiento y carcajadas concebidas en muchos momentos de amistad. Era una manera de ser libre, de escapar y volar a donde yo quisiera ir, nada ni nadie me limitaba, era ignorante de las formas. Sólo era duenho de lo único que podía llamar realmente mío: mi imaginación, mi talento y mis sentimientos. El resto era prestado y utilizado para ser un medio más de trazarlo como un suave lienzo, con líneas delicadas y a veces con líneas fuertes, firmes. Nadie imponía en mi mundo las reglas, gobernaba a mis antojos todo lo que consideraba una idea válida.
La furia se desataba en los nudos que creaban las imposiciones y la garganta que atajaban las palabras envenenadas de sarcasmo mordaz. Escribía y sentia gozo al leer lo que yo mismo creaba en cualquier momento del día (o porqué no?) de la noche. No conocía absoluta limitación. Nada. Ni siquiera el canto me era tan liberador como escribir. 
Hibridación fue el escrito que pude crear por medio de fuertes emociones desagradables, intensas y confusas en su totalidad. 
Yo mismo era el híbrido, y eso me satisfizo de gran manera. 
Muchas noches me pasaba despierto hasta altas horas llegando ya la alborada del día naciente, escribiendo, deshaciendo, dándole nuevos trazados. Mi híbrido era bello, yo sentía belleza a través de emociones negativas, creaba... 
Soy ser de emociones poderosas como todos los seres humanos, pero decidía darles forma, no eran grotescas ni bizarras sino con alas angelicales con cadencia dulce y suave. 
Un cuchillo tan filoso que no se podía llegar a sentir el filo que penetraba la delicada nívea piel de un recién nacido en arte. Todo mi mundo era una estructura de perfecta filigrana, con colores y escalas de gris, vectores y sonidos. 
Por eso, este mundo de la literatura era el único en donde podía desarrollar mi verdadera personalidad sin ser criticado o rechazado. Yo no necesitaba dar explicaciones del porqué de mis pensamientos, se entendían naturalmente o eso sólo para las personas que se ponían a analizar mis textos perturbadores o poco comprensibles.
Disfruto las noches en dulce companhía de mi lapiz (actualmente virtual) y de la luna que me daba reflejos de un espejo pulido, se reflejaban imágenes de la vida de los demás y de la mía. Al observar la luna, al abstraerme podía entender las reacciones a veces inentendibles e inexplicables de los demás... 
Nunca dejé que nadie vea detrás de las ilusiones ópticas que había creado, eran perfectas. Tanto que no podía romper el espejismo creado, sigo sin romper el conjuro y los mitos que había edificado a mi alrededor, dejaba creer a los demás lo que quisieran y durante las noches me abstraía a escribir. 
Era el placer de la soledad, buena companhera y mi gran musa inspiradora de muchas de mis pequenhas locuras. En mis escritos nunca fui insensato con la lengua porque no era yo él que hablaba sino mi personaje. Nadie podía decir que me callará la boca porque era otro el que hablaba por mí, mi híbrido, mi sombra, mi yo.  
Ahora... muchas veces ya no sé que realmente escribir, se me escapan las palabras de la mente y no de la boca, antes eran versos libres y ahora estoy condicionado. Esa sensación de condiciones impuestas me quitan las ganas de escribir, de crear y de ser uno mismo. A veces, hasta de vivir. Ahora entiendo a los que callan y no pueden gritar desaforadamente su bramido de infelicidad y desesperación. Me siento desesperado en la profunda sequía de mi mente, creada por mí mismo. Horrible esa sensación de ser prisionero de pensamientos propios y ajenos. Antes escribía con toda libertad, ahora debo ponerle candado a mi furia y caminos preparados a mi felicidad. Todo es artificial, duro y sin vida, movimiento. Estático. Las palabras tienen falsas entonaciones, los himnos pierden su gorjeante vitalidad, sin brío, sin brisas y vientos.
Mi ira perdía su inferno, ardiente, vivo... se convertía en mi propia prisión, infierno. Todo era locura nada era real. Ahora sí...
He renacido como fénix de sus cenizas, levantando vuelo con vigor. Siento que las palabras fluyen y que son totalmente mías, sin esas falsas formas eufemísticas de amabilidad y cortesía. Las palabras escritas no conocen de esos moldes, sólo conocen la pétrea diplomacia de la cual es duenho mi ser.
Indómito como los seres de las Dolomitas, ahora ya no es graznido sordo sino el grito de protesta que emerge de lo más profundo de mi ser. 
El fuego ha emanado de las profundidades de mi corazón, donde creía hielo e invierno polar. 
Nada es como aparentaba ser, nada... Los espejismos han caído.

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