Hace tiempo que quiero agradecer, hace tiempo que quiero
decir.
Gracias por las horas de trabajo no pagadas.
Gracias cuando pasamos de ser el objeto de la educación, y
nos convertimos en un sujeto en su vida.
Gracias por las veces, que nos llevan a nuestros límites, al no subestimarnos y nos muestran que éste estaba aun más lejos de lo que pensabamos.
Gracias por las veces que nos dejan ver que son seres humanos, susceptibles y sensibles a nuestras palabras y acciones. Porque a veces, viéndolos parado tan firmemente, lo olvidamos.
Gracias por las veces, que son más que profesores, y se vuelven consejeros, psicólogos, padres, amigos y camaradas en este barco de la vida.
Pero, a mis hermanos en Cristo, o los que se hacen llamar así, les tengo algo más que decir.
Es algo parecido a la carta a la iglesia de Éfeso:
“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no
puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y
no lo son, y los has hallado mentirosos;y has sufrido, y has tenido
paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has
dejado tu primer amor."
Nosotros, sus hermanos menores en Cristo y también los demás, los observamos todos los días. Ustedes son los adultos con los que más interactuamos en esta etapa de nuestra vida. Querramos o no, al verles, vamos diciendo “así quiero ser cuando grande, o, sea lo que sea, así no quiero terminar”.
Y si ustedes que tienen a Jesús, lo único que tienen que ofrecer es una vida moral y “hacer bien su trabajo”, como tantos otros, con su vida, están negando a Cristo. Porque con un poco de voluntad y quizás una o dos clases de actuación uno puede pretender llevar una vida ética. No se necesita a Jesús.
Se supone debe haber algo más que eso.
El Reino de Dios los necesita, necesita ver a Jesús en ustedes.
Necesitamos ver que ustedes son lo que dicen ser, sal y luz. Que en el día a día apliquen del mayor al menor principio bíblico. Si yo regresase en 5, o 10 años a visitar, el fruto del Espíritu Santo debería haber crecido en sus vidas. Ustedes se muestran seguidores de Cristo, cuando nos cuentan como Dios hace una diferencia en sus vidas, y no solo como lo hizo en la vida de Abraham, Moisés o el rey David. Lo hacen, cuando nos cuentan de cómo les costó en algún momento obedecer a Dios, y cuando él se mostró. Se muestran amadores de su prójimo cuando hablan genuinamente bien de su cónyuge, hijos, padres, familia y colegas. Asimismo lo hacen, cuando ven en nosotros más que niños gritones y adolescentes rebeldes, y ven nuestra necesidad, oran con nosotros y hablan de nosotros con el Padre uno por uno en lo secreto frecuentemente. Se muestran discípulos del Mesías, cuando todos los días encuentran tiempo para pasar en la presencia de su Dios, en el taller del Carpintero y sale con aroma de cielo. Cuando no solo leen las Escrituras para preparar una devocional, sino lo hacen todos los días como su guía de vida. Se muestran cristianos, cuando educar no es solo su profesión, o incluso vocación, sino que es parte de su llamado. Se muestran Hijos de Dios cuando además de trabajar arduamente, no olvidan su primer amor.
Nosotros, sus hermanos menores en Cristo y también los demás, los observamos todos los días. Ustedes son los adultos con los que más interactuamos en esta etapa de nuestra vida. Querramos o no, al verles, vamos diciendo “así quiero ser cuando grande, o, sea lo que sea, así no quiero terminar”.
Y si ustedes que tienen a Jesús, lo único que tienen que ofrecer es una vida moral y “hacer bien su trabajo”, como tantos otros, con su vida, están negando a Cristo. Porque con un poco de voluntad y quizás una o dos clases de actuación uno puede pretender llevar una vida ética. No se necesita a Jesús.
Se supone debe haber algo más que eso.
El Reino de Dios los necesita, necesita ver a Jesús en ustedes.
Necesitamos ver que ustedes son lo que dicen ser, sal y luz. Que en el día a día apliquen del mayor al menor principio bíblico. Si yo regresase en 5, o 10 años a visitar, el fruto del Espíritu Santo debería haber crecido en sus vidas. Ustedes se muestran seguidores de Cristo, cuando nos cuentan como Dios hace una diferencia en sus vidas, y no solo como lo hizo en la vida de Abraham, Moisés o el rey David. Lo hacen, cuando nos cuentan de cómo les costó en algún momento obedecer a Dios, y cuando él se mostró. Se muestran amadores de su prójimo cuando hablan genuinamente bien de su cónyuge, hijos, padres, familia y colegas. Asimismo lo hacen, cuando ven en nosotros más que niños gritones y adolescentes rebeldes, y ven nuestra necesidad, oran con nosotros y hablan de nosotros con el Padre uno por uno en lo secreto frecuentemente. Se muestran discípulos del Mesías, cuando todos los días encuentran tiempo para pasar en la presencia de su Dios, en el taller del Carpintero y sale con aroma de cielo. Cuando no solo leen las Escrituras para preparar una devocional, sino lo hacen todos los días como su guía de vida. Se muestran cristianos, cuando educar no es solo su profesión, o incluso vocación, sino que es parte de su llamado. Se muestran Hijos de Dios cuando además de trabajar arduamente, no olvidan su primer amor.
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